viernes, 5 de abril de 2013

Paseando sin Prisa

Siempre he ido a toda velocidad en mi vida. Y es una cosa que me agobia a veces, pero me encanta. Me encanta no parar. Me encanta descubrir cada día, llenar mi cabeza de información seleccionada hasta que no cabe ni un soplido, aprender de las cosas, y respirar cada segundo.

Desde que Oliver apareció en mi vida, esta vida loca cambió porque no podía hacer ni la mitad de lo que me proponía. Me ha costado mucho darme cuenta de que de todos los planes que tengo para un día, sólo voy a poder hacer uno, o ninguno. Que todo mi tiempo se lo voy a dedicar a él, y que cuando lo acuesto pensando en todo lo que voy a hacer, me entra un sueño y agotamiento que...  Ya lo haré mañana! jajaja o nunca!
Pero he aprendido a disfrutar también de esta situación y este momento. Y dejar aparcadas muchas tareas.


Creo que la clave para ser feliz en la vida es hacer de los obstáculos  ventajas. Eso aprendí en la carrera: "Cuando una columna te fastidie el diseño y la distribución de una sala, no intentes disimularla, dale todo el protagonismo y haz de ella un elemento importante."
Bueno.. que me voy por las ramas...


Quería contaros, que buscando por Internet juegos a los que jugar con un niño de año y medio sin llenar la casa de harina o cosas parecidas, encontré un articulo que se llamaba: Paseando sin Prisa.


Intenté no tener nada planeado que hacer, ir al Retiro y caminar sin rumbo fijo, el que marcara Oli. Y tratar de ver el mundo desde su mirada. Dejandole a él dirigir el paseo. Y aprendiendo de cosas tan pequeñas como un pipi bebiendo agua de la fuente, un tropezón con un coscorrón, observar la velocidad de las nubes...
La mañana del sábado se convirtió en un momento repleto de paz y amor, y  entre tanta gente y sobrestímulos, parecíamos estar solos los 3 en ese estado de quietud que te presta El Parque del Retiro.




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